martes, 3 de noviembre de 2009

Abib


Abib es alto, y lo parece más todavía con la gorra de béisbol que siempre lleva puesta. Tiene una sonrisa fresca, enorme y blanca como la de los negros de las películas antiguas. Aunque en realidad es una persona tímida, de las que hablan bajito y despacio, a lo mejor porque no quieren llamar la atención o no quieren que alguien advierta su presencia. Tal vez es el miedo que acomopaña para siempre a los que entran en un país extraño en una patera, dice que hambriento, sediento y muerto de frío.

Abib dejó su tierra, Gambia, en busca del sueño de miles de africanos. Cambio a su familia, su mujer, sus hijos y su trabajo de chófer por llegar a Europa. Aquí se ha convertido en el principal enemigo de la industria musical, vendiendo discos piratas por la calle. Le pregunto: él no sabe nada de canon, de derechos de autor o royalties, de lo mal que van las discográficas y lo poco que ganan los artistas. No le gusta lo que hace, admite, porque siempre anda huyendo de la policía municipal. Sin embargo, ¿qué pude hacer?. tiene que comprar comida, bebida y ropa. No vino a España para esto.

El otro día lo vi en un aparcamiento y me preguntó si iba a trabajar. Contesté que sí. Imagino que él habría respondido lo mismo, pero no le pregunté.

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