miércoles, 30 de diciembre de 2009

Mis primeros diez años después

Quise hacer balance de 2009, y me salió un resumen de los últimos diez años, de la primera década de la que he sido plenamente consciente. Aquella que empezó con el efecto 2000 y un último curso del instituto más salvaje que los anteriores. Ya en 2000 estaba enamorado de la mujer de mi vida, aunque ella no se enamoró de mí hasta 2001. Ese año cayeron las Torres Gemelas y a mí me había cogido durmiendo la siesta. De repente el mundo entraba en el siglo XXI. Me fui a estudiar a Madrid: viví dos años en un colegio mayor gris y áspero, luego otros tres en Maudes 18, en Cuatro Caminos (os echo de menos a diario, chicos). En este tiempo, voté por primera vez. También grité aquello del “no a la guerra”, y hasta me compré camisetas y estuve en una plataforma, aunque desde entonces no he vuelto a ir a ninguna manifestación. Desperté en Madrid un 11 de marzo de 2003 y también me fui a dormir otra noche al calor del incendio del Windsor. Viví la euforia y la decepción olímpica de 2012, pero ésa no sería la única resaca. Estudié Periodismo porque era necesario para la profesión que quería hacer, aunque en realidad no sirvió de mucho. Fui becario, sí, y trabajé en una tele nacional, otra de mis mejores experiencias. En 2006 decidí volver a casa, y empecé a trabajar en la radio una semana después de terminar la carrera. Desde entonces no he hecho nada realmente emocionante: presenté durante dos años un programa cultural y ha sido lo que más me ha llenado. Al menos en lo profesional. Por lo demás, en 2007 me compré mi primera cámara réflex (por fin), y a menudo me dedico a actualizar los blogs que he creado y en los que sólo escribo tonterías. De vez en cuando, siento la necesidad de escribir un libro, cambiar de ciudad, de vida, de profesión. En 2009 firmé la escritura de un piso, nuestro primer piso. La hipoteca, por supuesto, no baja de los 35 años. Pero me da igual, en 2010 empezaré, empezaremos, una vida juntos, y por eso tengo gana de que llegue el nuevo año. Nos vemos dentro de una década.
Galería Pasos&Días.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Amanecer

Me gusta la gente que por la mañana va al trabajo a pie. A pesar de lo que tiene de rutinario, es ese momento del día en el que hay un resorte invisible en el que la ciudad articula todos sus hilos. Es una coreografía precisa de caras familiares, que se ordenan al compás preciso y escalonado de los horarios laborales.

A veces me gusta introducir una nota discordante en esa armonía y madrugo para salir de casa un poco antes. Ante mí encuentro un paisaje inédito, de extraños que coinciden en horarios diferentes, o de otros habituales que dan conmigo antes de lo previsto. Me pregunto si estos últimos se sorprenden, o si a los que no me encuentran les causa extrañeza mi ausencia, al igual que me resulta extraño no cruzarme a diario con la chica del supermercado, el repartidor de la carnicería musulmana, las madres que dejan a los niños en el colegio, los dos señores mayores de paso apresurado que discuten los titulares del periódico, la chica de la cola en el pelo y las botas altas, la de las botas de trabajo, o la otra, inquietante, que siempre lleva gafas de sol para tapar un pequeño defecto en el ojo izquierdo.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Pájaros mojados


Hoy no fue un día para pájaros en el alambre ni para viandantes en la parada del autobús. A la intemperie del frío y la lluvia. Ahí, aguantando el tirón los dos.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Hotel África

A propósito de la foto que ilustra este blog, una foto mala pero a la que le que tengo un cariño espeical: eran casi las siete de la mañana de un día de junio de 2006 y el sol brillaba ya en todo lo alto de la laguna salada de Túnez, iluminando una de esas ciudades a la que cuesta despertar porque se fue tarde a dormir. Yo acaba de terminar la carrera unas semanas atrás y apuraba también los últimos días de mis 22 años. Fue un viaje relámpago, de paquete y con pretensiones laborales, pero en el que, como escribió Ryszard Kapuscinski, "lo único que me intrigaba era ese instante concreto, ese paso, ese acto básico que encierra la expresión cruzar la frontera". Puse los pies en África, y no tuve la sensación de haber viajado muy lejos.

Entrada del 7 de junio de 2006, en El chico que observaba el infinito.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Alfar

Tierra, agua, fuego y, al final, el aire que seca la pintura con la que se adorna la cerámica: los cuatro elementos de la Antigüedad. Poco ha cambiado este trabajo desde entonces, desde los alfares fenicios, los romanos o los morunos, en los que la destreza del hombre es la responsable de la forma última de las figuras. Es el oficio en el que las manos se vuelven sabias.

Siempre me ha dejado boquiabierto este trabajo de dar forma al barro con las manos, tal vez porque, como enseñan la mitología clásica y también algunas religiones, los seres humanos no somos sino figuras de barro moldeados por los dioses a su imagen y semejanza.

Serie "Alfar".