lunes, 12 de abril de 2010

Llamada perdida

Me siento decepcionado al no ser capaz de reflejar la inquietud que despierta en mí: una sola instantánea no puede captar el movimiento del cartel luminoso que se enciende y se apaga, se enciende y se apaga, se enciende y se apaga. Un teléfono enorme y bello, con una forma que ya resulta antigua y obsoleta para los teléfonos que conocemos, pero cuya luz intermitente repite en silencio un mensaje: llama, llama, llama. Un reflejo morado como la culpa, que a intervalos nos recuerda esa llamada que todos tenemos clavada camino del estómago. Un familiar, un amigo, una antigua novia... Una llamada que debimos hacer para dar una expliacion, una excusa, disculpar un acto cobarde o una arrogancia impertinente, marcar el número de teléfono y sólo decir: "tenía ganas de escuchar tu voz", "sé que debía haber llamado antes", explicar por qué aquél día hicimos lo que hicimos, dijimos lo que dijimos, nos comportamos de aquella forma que tanto mal nos hizo, que marcó una línea entre ambos, una separación estúpida, enquistada, y por culpa de la cual convertimos en oportunidades perdidas todos los buenos ratos que podíamos haber compartido en este tiempo, todo lo que perdimos por no haber descolgado el teléfono, por no haber visto antes el reclamo luminoso de un locutorio que dice llama, llama, llama.

Galería Pasos y Días.

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